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lunes, 3 de septiembre de 2012

LA DAMA DE LAS SERPIENTES (Capítulo Segundo)

    Durante 17 años, los brujos le enseñaron a Potnia las artes de la magia y la nigromancia, ocupación a la que ella se entregó con verdadera pasión.

No obstante, debido a su naturaleza híbrida, los habitantes del poblado nunca la aceptaron.
Así pues, Potnia solía refugiarse en la compañía de los animales, pues,  aunque la fauna de los pantanos era fría y viscosa, nunca se sentía juzgada por ella. Es más, prefería su natural amoralidad, antes que las rígidas leyes despectivas con las que la trataban en el poblado.

Aún así, la chica estaba resignada a vivir para siempre entre los gromios, donde se sentía a salvo de su profecía, ya que Stutgard sólo tenía hijos varones.
Sin embargo, una sorprendente noticia cambió el rumbo de los acontecimientos: los brujos le habían encontrado marido. ¿Pero quién se iba a querer casar con una bruja medio nívea? Tan sólo el viejo Numis, que tenía 50 años, los dientes podridos por la enfermedad, y todo el mundo sabía que habia envenado a su primera mujer con belladona.
Cuando Potnia se enteró de aquello, un fuerte "no" empezó a rugir en su pecho. Así que esa misma noche fabricó un potente narcótico con la flor del sueño, y lo echó en la bebida de los brujos.
Cuando estos quedaron profundamente dormidos, abandonó el poblado sin echar por un momento la vista atrás. Su objetivo era reunirse con su madre, en las tribus Níveas del Sur.
Poca gente sobreviría a una noche en los pantanos, pero sus peores depredadores, las grandes serpientes, a ella no le hacían daño.

Durante muchos días, la chica recorrió una larga distancia, siguiendo un mapa que los brujos habían guardado a buen recaudo.
A lo largo de este viaje, Potnia percibió como, poco a poco, el barro oscuro que llevaba en su sangre se iba limpiando, y sus pulmones se liberaban del aire insano de los pantanos.

Y un atardecer cálido y despejado, llegó al luminoso poblado de los Níveos, que parecía resbalar por la playa, como una duna clara al lado del mar.
Una vez dentro del pueblo, comenzó a preguntar por Lódinel, pero sus rasgos y su vestimenta gromia provocaban un silencioso desprecio entre sus habitantes. Tan sólo una anciana se compadeció de ella, y a escondidas le indicó la casa de su madre. Potnia aprovechó su amabilidad para preguntarle si Lódinel tenía alguna hija.
   -La desventurada Lódinel no tiene hijos, ya que rechazó todo contacto con varón, desde que un Gromio la forzó, hace cerca de 20 años.- Respondió la anciana.
La muchacha se entristeció por su madre, pero al mismo tiempo se alegró de que su profecía no se pudiese llevar a cabo. Así pues, temblando de emoción, llamó a la puerta de su madre. Pero la reacción de Lódinel fue para Potnia completamente inesperada.
   - ¡No quiero saber de tí, eres el resultado de mi vergüenza! ¡Tan sólo me recuerdas que he sido ultrajada por un inmundo animal de los pantanos!- Le gritó la Nívea.
Esas terribles palabras fueron para la chica como una lluvia de espinas, que le hicieron ver la realidad: los Níveos eran una raza hermosa, pero ignorante y fría, que despreciaba todo aquello que desconocía, y por encima de todo despreciaban a los gromios. Nunca sería aceptada por ellos, y aquel poblado nunca podría ser su hogar.

Destrozada por el descubrimiento, se fue corriendo a la playa, sin saber hacia donde huír. A lo lejos percibió la silueta de una isla, y tomó una decisión desesperada: navegaría hacia aquel lugar, y buscaría un refugio donde vivir, lejos de todos, sólo rodeada de los animales y las plantas, y dedicaría el resto de su vida a aprender  unos conjuros que no le aprovecharían a nadie.

Cogió una barca que había allí cerca, y llamó a los silfos del viento para que le fuesen favorables. Pronto se levantó una fuerte brisa que la empujó hacia su nuevo destino.

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