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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Proximamente... (aunque va para largo)

ILustración: Jorge Morais Valle
 Si en el instante de tu muerte, un niño llora a gritos dentro de tí, esa es la prueba de que no has vivido, de que el nombre que te han dado al nacer nunca ha sido más que aire.


Ahora es el momento de abandonar la jaula sin puertas, salvar el abismo... y echar a volar.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El Brillo de los Caracoles

Al llegar la primavera, Ángel pensó que era hora de buscar trabajo.
Vivía con su abuelo en un piso tan viejo, que las llaves de la luz eran realmente "llaves", de las que se giran. A lo mejor no las tuvieron que cambiar nunca porque al fin y al cabo, la luz casi siempre la tenían cortada por falta de pago; y así andaban, entre velas y focos de esos cuadrados que casi siempre son rojos.
El abuelo de Ángel era tan viejo que las arrugas de los ojos apenas lo dejaban ver y, obsesionado por las otitis, siempre llevaba una gorra de aviador. Así que se parecía bastante a un perro de perdices.
Ambos vivían de la paga de este último, que no era precisamente una fortuna, porque el viejo había cotizado lo mínimo, todo lo que le había permitido su "sueldo" de quincallero.
De su época de quincallero conservaba la citada pensión vitalicia y recetas de cocina infernales. Solía preparar un asqueroso mejunje en el que mezclaba leche, unto, carne, pan revenido, harina y cualquier cosa que encontrase a mano, y lo cocía todo en una olla de la que ambos comían. Ángel, acostumbrado desde niño, nunca protestó por tal almuerzo.
Alimentado con tanta proteína, el muchacho salió fuerte y alto, pero de piel más bien amarilla; aunque tenía un cabello realmente lustroso, pero eso se lo debía al jabón Lagarto.

Pues en esa primavera Ángel se quiso poner a trabajar, ya que parecía que su abuelo se arrugaba a ojos vista, y por algunos detalles se dio cuenta de que empezaba a estar senil, entre ellos la manía de querer salir desnudo a la calle.
Así que en abril empezó a mirar ofertas de trabajo, y se dio cuenta de que no lo iba a tener fácil. Pero hubo algo que le llamó mucho la atención, la posibilidad de dedicarse a la cría de caracoles. Precisamente tenía una oportuna huerta detrás de su casa.
Conque llamó al número que venía en la oferta de trabajo, y un hombre le explicó con acento catalán todo lo que necesitaba para la cría de los animales.
-¿Que tienes un terreno?, pues te recomiendo la cría extensiva, neng, mejor calidad, sin empleados, menos inversión inicial... y sólo dos años hasta poder vender los primeros cargols.
¿Dos años? un cerdo engorda antes. Pero Ángel sabía ser paciente.
Pronto construyó las instalaciones de su granja, y para evitar gastos, salió al bosque a buscar sus propios caracoles. Finalmente lo tuvo todo listo, y se fue a acostar muerto de cansancio, pero muy ilusionado.
Aunque todo se le vino a abajo cuando, a la mañana siguiente, se despertó con el ruido de una bandada de estorninos, salió a su huerta temiéndose lo peor, y efectivamente, los pájaros habían invadido su granja, sin dejar supervivientes. El grito de furia y desesperación de Ángel espantó a los estorninos que salieron en desbandada.
Pero no se rindió, barrió las conchas de los caracoles, volvió a salir al campo, trajo más caracoles, y, por supuesto, cubrió la huerta con una red metálica a prueba de pájaros.
Y se fue a acostar, ya era mayo y el calor empezaba a apretar fuerte.
A la mañana siguiente Ángel se despertó dispuesto a trabajar en su granja, pero de nuevo se le cayó el alma a los pies cuando se encontró a todos sus animales muertos.
Desolado, se dejó caer de rodillas en aquel campo lleno de cadáveres, preguntándose una y otra vez, "¿Por qué?"; hasta que él mismo encontró la respuesta, no se había acordado de dejarles agua, y los caracoles habían muerto de sed.
De nuevo un grito de desesperación, esta vez culpable, inundó parte de la ciudad antigua.
Pero no se rindió, barrió las conchas de los caracoles, volvió a salir al campo, trajo más caracoles, y colocó aspersores por toda la huerta.
Esa noche se acostó lleno de temor y preocupaciones, pero, cuando a la mañana siguiente abrió temeroso la puerta que daba a su granja, quiso llorar de emoción al ver a todos sus animales vivos y saludables. Con una sonrisa de completa felicidad recorrió con la vista lo que a él le pareció una estampa de postal, caracoles deslizándose, caracoles comiendo lechuga, caracoles... un momento, ¿qué era ese olor?, ¿miles de caracoles haciendo qué? una fina capa de excrementos cubría todo el terreno. ¿Se suponía que debía limpiar eso todos los días?. Después de lo que se había esforzado se sintió incapaz de sobrellevar lo que se le venía encima, y se tiró de espaldas sobre la tierra, derrotado.
Ojeroso y deprimido giró la cara y vio a dos caracoles que se acercaban el uno al otro, como no tenía ganas de moverse se dedicó a observarlos. Los caracoles se reconocieron tímidamente con los cuernos, luego se rozaron con cuidado, acariciándose mútuamente con sus cuerpos suaves y húmedos, y finalmente se enredaron en un abrazo en espiral, lento y lleno de explosiones de burbujas densas. Ángel se dejó llevar por la fascinación, no sólo por la belleza del acto de amor hermafrodita que estaba presenciando, si no también por la duración de éste. Cuando ambos animales se despidieron con un cariñoso beso, ya había pasado la hora de comer.

Cuando todo acabó, el chico reaccionó como despertando de un sueño, convencido de haber tenido una revelación. Había recuperado todas sus energías al descubrir su verdadera vocación, el caracol era un animal maravilloso y todo el mundo debería saberlo.

Así que creó un logotipo para su empresa y lo estampó en varias camisetas para él y para su abuelo, y recorrió todos los bares de la ciudad alabando las excelencias de su producto, con tal pasión que convencía porque emocionaba.
-El caracol es un animal con gran vida interior, y esto se debe a que lo guarda todo en una concha con forma de espiral. A pesar de la dureza de su caparazón, su gran sensibilidad se hace evidente cuando le rozas los cuernos, son tan delicados que se encogen sólo con el aliento.
-Esta vida interior es tan intensa, que siempre les rebosa, y tienen que descargarla en sendas brillantes allá por donde pasan.
-Pero como su carne es sabia, la mayor parte del tiempo se dedican a comer y a reproducirse, se enredan y acarician durante horas para poder penetrarse entre ellos, porque son tan completos, que por tener, tienen dos sexos.
-Y como disfrutan del momento, nunca tienen prisa por nada. Además saben a marisco, qué más se les puede pedir.

Así que, con tal publicidad, toda la ciudad se llenó de bolsitas de red con babas colgantes. Y el abuelo de Ángel tuvo dos razones para salir a la calle con sombrero de aviador.
De éste modo, Ángel y su abuelo por fin tienen luz y gas ciudad, y el brillo plateado de las babas de los caracoles en la fachada de su casa, para el chico es pura poesía.

jueves, 16 de septiembre de 2010

O Conto dos Silencios

Ilustración: Rodrigo Chao
Como lo escribí yo, me permito recomedar este cuento supuestamente infantil.
Y le voy a robar una frase a una persona muy inteligente para definirlo: Es un cuento para niños que sólo van a entender unos pocos adultos.
Ahora, que si lo entendiera todo el mundo, mejor que mejor

En fin, para los que aman la música, pero que saben que el ser humano es lo más importante.
Y para los que odian el desprecio por lo diferente.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Guerreros y Sabios

CAPÍTULO TERCERO


Cuando estaba cercano el amanecer, él, ya tranquilo la acariciaba.
-Tienes la piel suavísima.
A la chica la asombró la luz que parecía salir de los ojos del guerrero cuando estaba contento, y este comentario la animó a confesarle.
-Sé que no lo harás, pero me encantaría que me llevaras contigo, conocería lugares y personas distintos. Tú eres más ágil y carismático, pero yo soy más sólida. Tú me enseñarías a manejar el ruido, yo te enseñaría a conocer el subsuelo. Tú me protegerías de las bestias externas, y yo te protegería de las bestias internas. Tú energía serviría para activarme, y para tí la mía sería como un bálsamo. Y nos reiríamos mucho juntos, de eso sí que estoy segura.
-No puede ser, preciosa, yo ya tengo a mi princesa, y muchas batallas por librar. En la guerra hay otras leyes, no hay lugar para la justicia y tú no podrías soportarlo. Me gustas mucho, pero me traerías problemas. ¿te crees que no lo he pensado? Lo he pensado y no puede ser.
-A pesar de que siempre dudo, no suelo equivocarme. Sé que lo pasaríamos muy bien juntos, pero también sé que te gusta tu vida, y que no quieres que cambie, y contra tu voluntad no puedo hacer nada.
Él la abrazó fuerte y se quedó dormido, ella tardó un poco más.

Cuando se despertó al día siguiente, él ya no estaba. A ella no le importó demasiado, no le gustaba hablar por las mañanas. Salió de la cueva y se encontró al guerrero sentado en una piedra, mirando hacia ningún sitio, y en su rictus vio algo en lo que no había reparado hasta ese momento: El guerrero también era un asesino, su supervivencia cotidiana consistía en matar o ser matado, y el peso de todos sus muertos se reflejaba en su mirada como una luz negra.
Al darse cuenta de ésto, ella se vio enredada en un extraño sentimiento, no deseó alejarse de él sino todo lo contrario, una fuerza magnética lo empujaba hacia el guerrero porque quería introducirlo dentro de su útero, protegíendolo de sí mismo.
Pero sabía que esa idea era absurda, él nunca lo permitiría, y en cualquier caso, ella tampoco tendría fuerzas.
Así que, apretó los puños y volvió a internarse en su gruta. Dejándose parte de las entrañas junto a él. Lo quería, lo quería mucho, y por eso él debería marcharse.
Guerreros y sabios nunca fueron buenos compañeros de lecho.


                                                                                  FIN

viernes, 3 de septiembre de 2010

Guerreros y Sabios

CAPÍTULO SEGUNDO


Mientras cenaban, el guerrero se decidió a preguntar
-¿Y que hace una chica tan guapa como tú en una caverna como esta?
Ella desvió la pregunta, -¿Te parezco guapa? Me extraña, siendo tú un guerrero.
-¿Y eso qué tiene que ver?
-Por naturaleza los guerreros sólo se sienten atraídos por princesas, o por guerreras tan portentosas como ellos.
-Bueno, por lo que veo, tú también sabes manejar un arma.
-Me estaba defendiendo. En el día a día ya tengo que librar suficientes batallas para sobrevivir, no tengo fuerzas ni ganas para entrar en las guerras que promueven los poderosos.
El guerrero sonrió casi con ternura ante aquel ataque directo, habia mucha gente que no se atrevía a llevarle la contraria.
-En fin, - insistió- no me has dicho qué haces en esta cueva.
-Aprendo cosas- accedió a contestar ella- investigo, compruebo, analizo, observo. No eres el primero que pasa por mi caverna, de vez en cuando viene algún viajero y yo les pido que me cuenten cosas de su vida y de sus viajes, o de cualquier propiedad que conozcan de una planta o una roca. Te sorprenderían las historias que te cuenta la gente si sabes escuchar. Nunca me canso, quiero entender. Y tú, ¿de dónde vienes?
-De una ciudad con mar.
-Ah, me gustan las ciudades con mar, parece que hay horizonte. Cuando aprenda lo suficiente, puede que me vaya a vivir a una. Me gusta la visión de la gente que vive al lado del mar.
-¿Aunque sean guerreros?- bromeó él
-Bueno, no lo sé, los guerreros sólo véis las cosas grandes.
-Muchas veces hay que mirar hacia arriba para derrotar a los que siempre están en lo alto.
-¿Y ocupar vosotros su lugar? "Quien persigue toda su vida al dragón, acaba convirtiéndose en el dragón."
El guerrero volvió a sonreír, le costaba enfadarse con ella.
-A lo largo de mis viajes he conocido a mucha gente, me he emborrachado, me he divertido, he estado con muchas mujeres y me he peleado con muchos hombres. Como vés, a mí también me gusta aprender.
Un brillo de envidia y admiración se dejó ver en la mirada de la chica.
-¿Y tienes alguna princesa guerrera en algún lugar del mundo?
-Sí.
Ella bajó la cabeza.
-Pero tú me gustas, y me gustas mucho.
Ella vio como se le acercaba, y no trató de apartarlo. La verdad es que no pasaban muchos guerreros por su cueva; así que cuando se inclinó hacia ella, el cerebro se le nubló y respondió casi de manera involuntaria. Él tenía la piel tan cálida que parecía que despendía vapor, y la chica pensó que aquello era generoso. Luego ya no pensó más.
Durante toda la noche apenas durmieron nada, y cuando al guerrero lo vencía el cansancio, ella lo acariciaba para despertarlo, con la ansiedad de lo breve. Tenía miedo de que él desapareciese en el medio de un sueño.