Para llegar a Fructidor, la niña fue recogida
por unos mercaderes que transportaban queso desde Pradial, y que la subieron a
su carro. El calor ya se hacía palpable media legua antes.
Los mercaderes le fueron explicando que
Fructidor era un territorio generado por la activa imaginación de su
gobernanta, la Dama Hildegard (7).
- De algún modo, nuestra señora es capaz
de proyectar sus visiones y pensamientos hasta darles forma material. No te
asombres con nada de lo que vas a ver. También debes saber, que, sin ser mala,
la Dama es colérica, y a veces proyecta visiones monstruosas cuando le rebosa
la bilis amarilla (8).
En principio siempre trata de enmendar sus errores, pero a veces la cólera se
le va de las manos. No trata mal a sus campesinos, pero debido a la enorme
riqueza de sus tierras los hace trabajar demasiado, aunque es cierto que todos
viven en la abundancia.
Beatriz tomaba nota de las indicaciones
de los mercaderes.
Fructidor estaba bordeado por una
muralla de llamas, que se abrió para dejar pasar al carro de quesos. Beatriz
les dio las gracias a los mercaderes y comenzó a caminar en busca de Hildegard.
Enseguida se dio cuenta que dentro de la muralla no flotaba aire sino luminoso
éter, en el cual fluctuaban esferas brillantes, que seguían un rumbo errático y
extático. La tierra estaba cultivada con extensísimos campos de trigo, espelta
y centeno, y con plantas medicinales y aromáticas. En algunos lugares abundaban
libremente los helechos, que, como le explicó un lugareño era una planta que
persigue a las malas visiones y desprecia a los espíritus malignos.
-Las magias y encantaciones de demonios,
así como las palabras y otras visiones diabólicas, evitan a quien lleva un
helecho con él. También ahuyenta al granizo y a las tormentas, tan abundantes
en Fructidor, así que es muy útil para nuestros cultivos.- le indicó el
campesino.
Beatriz estaba realmente fascinada con
todos estos conocimientos, pero no debía despistarse de sus objetivos. Para
llegar hasta la Dama, tenía que avanzar por un ondulante camino amarillo, como
le había indicado otro agricultor.
En su recorrido se encontró con tres
doncellas, estaban de pie sobre un manantial de agua muy pura, parecía que
tuvieran en ella raíces, como las de los árboles que crecen en el agua. Una
imagen fue envuelta por un resplandor purpúreo y la otra por una blancura
deslumbrante, y la tercera tenía un rostro que resplandecía con tal claror que
se reflejó sobre el rostro de Beatriz.
Se la quedaron mirando con una expresión
casi vacía, como seres divinos conscientes de su divinidad. Pero Beatriz se dio
cuenta de que miraron sus pies con envidia, y toda la libertad que le
otorgaban.
Más adelante se topó con una colina de
cinco picos, y en cada uno de estos había una bestia atada, una semejaba un
perro de fuego, otra, un león cobrizo, otra un pálido caballo, la cuarta, un
cerdo negro, y la última un lobo gris. Las bestias dormitaban en estado de
alerta, así que Beatriz apuró su paso, temerosa de despertar la cólera de la
Dama.
Pero lo más espeluznante se lo encontró
al doblar la siguiente curva. En medio de unos campos de trigo podía ver a una
mujer hecha de oro de cintura para arriba aunque sus piernas eran rojas. Del
ombligo hasta el lugar donde se distingue la mujer, tenía numerosas manchas
escamosas, y allí mismo había una monstruosa cabeza negra: ojos de fuego, y
orejas como las de un asno, boca igual a la de un león, y enormes fauces
abiertas en las que rechinaba pavorosamente sus colmillos acerados. De pronto,
esa cabeza monstruosa se liberó del vientre de la mujer y se dejó caer en medio
de los campos. Los campesinos que allí trabajaban huyeron aterrados, pidiendo
compasión a la Dama.
De la cabeza empezó a surgir un cieno
pestilente que inundaba los campos y una niebla hedionda esparcía la peste
entre los campesinos, estos empezaron a lamentarse diciendo:
-Ay, ay, ¿qué podrá ser esto? ¡Ay
desdichados de nosotros! ¿Quién nos ayudará, quién nos salvará?
Beatriz, a pesar de su terror, se acordó
de lo que le había dicho el campesino acerca de los helechos “es una planta que
persigue a las malas visiones”. Y empezó a arrancar unos cuantos para
tirárselos a la bestia.
-¡Rápido, haced como yo hago!- les decía
a los labriegos, pero éstos se limitaban a observarla horrorizados, rogándole
que parase.
Cuando los ojos de Beatriz se
acostumbraron a la luz, pudo ver una poderosa Dama que vestía una túnica que
parecía de seda blanca, sobre la cual llevaba un manto verde completamente
adornado de rubíes. Estaba engalanada con joyas de oro fino con piedras
preciosas engastadas. Hildegard empezó a hablar con gran ira.
-¿Quién eres tú, pequeña insolente, que
te has atrevido a enfrentarte a mis bestias? ¿Acaso crees que carezco de la
compasión necesaria para proteger a mi pueblo?
Beatriz se postró con humildad ante la
Dama, diciendo:
-Discúlpeme, mi Señora, desconozco las
costumbres de esta tierra y temí por la seguridad de todos nosotros, no sabía
que vos estabais vigilante.
Hildegard se la quedó mirando y le dijo
con rabia.
-Por tu atuendo percibo que eres un peón
del reino de Pradial, ¿Crees que puedes ni siquiera soñar con conquistar mis
tierras?
-¡Nada más lejos de mi intención,
Señora, yo he sido enviada para….!
Pero Hildegard ya no la escuchaba, a su
lado empezó a formarse un unicornio rojo como la furia (9),
y la Dama lo envió para atacar a la niña. El animal dio dos grandes saltos
formando un ángulo recto, dispuesto a ensartar a Beatriz, pero cuando se
encontró al lado de la muchacha, el equino perdió de pronto toda su rabia, y se
volvió dócil como un cordero, bajando la cabeza para que ésta lo acariciase.
Beatriz, algo temerosa, le pasó su mano por la testuz, mientras el animal
resoplaba agradecido.
Hildegard se extrañó al observar esto, y
comentó.
- Qué hecho más excepcional, si bien es
cierto que el unicornio se amansa ante la dulzura de las doncellas, solo
acostumbra a hacerlo con las mujeres nobles, no con las campesinas, y tú eres
un peón.
Beatriz asintió.
-Esto solo puede ser una señal,- continuó
Hildegard- sube a lo alto de mi colina, por favor, siento que en breve un nuevo
éxtasis se va a apropiar de mí, trayendo un mensaje divino.
Beatriz hizo lo que le ordenaba.
Hildegard sacó su arpa, y con una expresión arrebatada empezó a cantar:
“Ay
de la insana serpiente que emponzoña las tierras con su negro veneno.
Ama
la belleza de la inocencia y la odia con toda su alma.
Llevará
a su morada a un coro de ángeles, y allí lo hará cantar,
arrobándose
con su luminoso acento.
Mas,
ay del que se fía del Dragón,
pues
la bestia atacará con afiladas fauces.
Para
salvarse, la elegida deberá recitar las palabras del santo,
y
acompañarlas con el regio presente.
Y
cuando la Bestia se calme, cubrirá sus sienes con femenino remedio,
Así
el monstruo demente abandonará su carnal morada,
y
de nuevo reinará la armonía”
Al acabar de cantar, Hildegard se veía
extenuada y perlada en sudor. Beatriz se le acercó diciendo:
-Señora, no tenéis buena cara, deberíais
descansar.
-Descansaré cuando te haya dado lo que
has venido a buscar, acompáñame.- respondió la Dama.
Bajo sus pies abrió una imperceptible
trampilla que se encontraba en la misma colina, y bajaron por unas escalerillas
a la morada de Hildegard. La llevó hasta su sala de los remedios, donde podían
verse desde maderas sanadoras, plantas medicinales
, ungüentos, y alambiques en los que se
destilaban diferentes esencias. Hildegard amasó harina de espelta y bayas de
laurel, guardó la pasta en una bolsa de cuero y se la entregó a Beatriz.
- Ten, te hará falta. Y le darás uso
cuando así sea. Mucha suerte pequeña- dijo desplomándose en un mullido sillón.
Beatriz recogió el saquito inclinando la cabeza, y partió de
nuevo. Debía llegar cuanto antes a las tierras invernales.
(7)Santa Hildegard
von Bingen fue abadesa, líder monacal, mística, profetisa, médica, compositora y escritora alemana, en pleno siglo XII. Destaca
por
su obra musical, médica, y religiosa. Se la considera una de las personalidades
más influyentes de la Baja
Edad Media.
Toda su vida sufrió visiones,
que ella atribuía a mensajes divinos. Todas las imágenes fantásticas de este
capítulo, están basadas en éstas.
(8) Según la Teoría de los Cuatro Humores, la Bilis amarilla se relaciona con el
carácter fácil de enojar, irascible.
(9) El Unicornio en este relato,
representa al Caballo en el juego del ajedrez. Según las leyendas medievales,
los unicornios sólo se acercaban a las doncellas, y ésta era la manera de
cazarlos.
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