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viernes, 23 de septiembre de 2016

EL PAÍS DE LOS CUATRO TIEMPOS

SEGUNDA ESTACIÓN: FRUCTIDOR
Para llegar a Fructidor, la niña fue recogida por unos mercaderes que transportaban queso desde Pradial, y que la subieron a su carro. El calor ya se hacía palpable media legua antes.

Los mercaderes le fueron explicando que Fructidor era un territorio generado por la activa imaginación de su gobernanta, la Dama Hildegard (7).
- De algún modo, nuestra señora es capaz de proyectar sus visiones y pensamientos hasta darles forma material. No te asombres con nada de lo que vas a ver. También debes saber, que, sin ser mala, la Dama es colérica, y a veces proyecta visiones monstruosas cuando le rebosa la bilis amarilla (8). En principio siempre trata de enmendar sus errores, pero a veces la cólera se le va de las manos. No trata mal a sus campesinos, pero debido a la enorme riqueza de sus tierras los hace trabajar demasiado, aunque es cierto que todos viven en la abundancia.
Beatriz tomaba nota de las indicaciones de los mercaderes.

Fructidor estaba bordeado por una muralla de llamas, que se abrió para dejar pasar al carro de quesos. Beatriz les dio las gracias a los mercaderes y comenzó a caminar en busca de Hildegard. Enseguida se dio cuenta que dentro de la muralla no flotaba aire sino luminoso éter, en el cual fluctuaban esferas brillantes, que seguían un rumbo errático y extático. La tierra estaba cultivada con extensísimos campos de trigo, espelta y centeno, y con plantas medicinales y aromáticas. En algunos lugares abundaban libremente los helechos, que, como le explicó un lugareño era una planta que persigue a las malas visiones y desprecia a los espíritus malignos.
-Las magias y encantaciones de demonios, así como las palabras y otras visiones diabólicas, evitan a quien lleva un helecho con él. También ahuyenta al granizo y a las tormentas, tan abundantes en Fructidor, así que es muy útil para nuestros cultivos.- le indicó el campesino.
Beatriz estaba realmente fascinada con todos estos conocimientos, pero no debía despistarse de sus objetivos. Para llegar hasta la Dama, tenía que avanzar por un ondulante camino amarillo, como le había indicado otro agricultor.

En su recorrido se encontró con tres doncellas, estaban de pie sobre un manantial de agua muy pura, parecía que tuvieran en ella raíces, como las de los árboles que crecen en el agua. Una imagen fue envuelta por un resplandor purpúreo y la otra por una blancura deslumbrante, y la tercera tenía un rostro que resplandecía con tal claror que se reflejó sobre el rostro de Beatriz.
Se la quedaron mirando con una expresión casi vacía, como seres divinos conscientes de su divinidad. Pero Beatriz se dio cuenta de que miraron sus pies con envidia, y toda la libertad que le otorgaban.
Más adelante se topó con una colina de cinco picos, y en cada uno de estos había una bestia atada, una semejaba un perro de fuego, otra, un león cobrizo, otra un pálido caballo, la cuarta, un cerdo negro, y la última un lobo gris. Las bestias dormitaban en estado de alerta, así que Beatriz apuró su paso, temerosa de despertar la cólera de la Dama.

Pero lo más espeluznante se lo encontró al doblar la siguiente curva. En medio de unos campos de trigo podía ver a una mujer hecha de oro de cintura para arriba aunque sus piernas eran rojas. Del ombligo hasta el lugar donde se distingue la mujer, tenía numerosas manchas escamosas, y allí mismo había una monstruosa cabeza negra: ojos de fuego, y orejas como las de un asno, boca igual a la de un león, y enormes fauces abiertas en las que rechinaba pavorosamente sus colmillos acerados. De pronto, esa cabeza monstruosa se liberó del vientre de la mujer y se dejó caer en medio de los campos. Los campesinos que allí trabajaban huyeron aterrados, pidiendo compasión a la Dama.
De la cabeza empezó a surgir un cieno pestilente que inundaba los campos y una niebla hedionda esparcía la peste entre los campesinos, estos empezaron a lamentarse diciendo:
-Ay, ay, ¿qué podrá ser esto? ¡Ay desdichados de nosotros! ¿Quién nos ayudará, quién nos salvará?
Beatriz, a pesar de su terror, se acordó de lo que le había dicho el campesino acerca de los helechos “es una planta que persigue a las malas visiones”. Y empezó a arrancar unos cuantos para tirárselos a la bestia.
-¡Rápido, haced como yo hago!- les decía a los labriegos, pero éstos se limitaban a observarla horrorizados, rogándole que parase.
Ella no les hizo caso y le lanzó los helechos a la cabeza monstruosa, y esta empezó a desintegrarse entre pavorosos bramidos. Pero antes de que desapareciese de todo, un rayo fulminante acabó con la vida del monstruo. Beatriz quiso saber de dónde venía ese rayo, y se percató de que en medio de los campos se erguía una hermosa colina de hierro, en la que se abrían pequeñas ventanas por las que asomaban cabezas humanas. Allí moraban los habitantes de Fructidor. En la cima del monte se sentaba un ser resplandeciente.
Cuando los ojos de Beatriz se acostumbraron a la luz, pudo ver una poderosa Dama que vestía una túnica que parecía de seda blanca, sobre la cual llevaba un manto verde completamente adornado de rubíes. Estaba engalanada con joyas de oro fino con piedras preciosas engastadas. Hildegard empezó a hablar con gran ira.
-¿Quién eres tú, pequeña insolente, que te has atrevido a enfrentarte a mis bestias? ¿Acaso crees que carezco de la compasión necesaria para proteger a mi pueblo?
Beatriz se postró con humildad ante la Dama, diciendo:
-Discúlpeme, mi Señora, desconozco las costumbres de esta tierra y temí por la seguridad de todos nosotros, no sabía que vos estabais vigilante.
Hildegard se la quedó mirando y le dijo con rabia.
-Por tu atuendo percibo que eres un peón del reino de Pradial, ¿Crees que puedes ni siquiera soñar con conquistar mis tierras?
-¡Nada más lejos de mi intención, Señora, yo he sido enviada para….!
Pero Hildegard ya no la escuchaba, a su lado empezó a formarse un unicornio rojo como la furia (9), y la Dama lo envió para atacar a la niña. El animal dio dos grandes saltos formando un ángulo recto, dispuesto a ensartar a Beatriz, pero cuando se encontró al lado de la muchacha, el equino perdió de pronto toda su rabia, y se volvió dócil como un cordero, bajando la cabeza para que ésta lo acariciase. Beatriz, algo temerosa, le pasó su mano por la testuz, mientras el animal resoplaba agradecido.
Hildegard se extrañó al observar esto, y comentó.
- Qué hecho más excepcional, si bien es cierto que el unicornio se amansa ante la dulzura de las doncellas, solo acostumbra a hacerlo con las mujeres nobles, no con las campesinas, y tú eres un peón.
Beatriz asintió.
-Esto solo puede ser una señal,- continuó Hildegard- sube a lo alto de mi colina, por favor, siento que en breve un nuevo éxtasis se va a apropiar de mí, trayendo un mensaje divino.
Beatriz hizo lo que le ordenaba. Hildegard sacó su arpa, y con una expresión arrebatada empezó a cantar:
“Ay de la insana serpiente que emponzoña las tierras con su negro veneno.
Ama la belleza de la inocencia y la odia con toda su alma.
Llevará a su morada a un coro de ángeles, y allí lo hará cantar,
arrobándose con su luminoso acento.
Mas, ay del que se fía del Dragón,
pues la bestia atacará con afiladas fauces.
Para salvarse, la elegida deberá recitar las palabras del santo,
y acompañarlas con el regio presente.
Y cuando la Bestia se calme, cubrirá sus sienes con femenino remedio,
Así el monstruo demente abandonará su carnal morada,
y de nuevo reinará la armonía”
Al acabar de cantar, Hildegard se veía extenuada y perlada en sudor. Beatriz se le acercó diciendo:
-Señora, no tenéis buena cara, deberíais descansar.
-Descansaré cuando te haya dado lo que has venido a buscar, acompáñame.- respondió la Dama.
Bajo sus pies abrió una imperceptible trampilla que se encontraba en la misma colina, y bajaron por unas escalerillas a la morada de Hildegard. La llevó hasta su sala de los remedios, donde podían verse desde maderas sanadoras, plantas medicinales
, ungüentos, y alambiques en los que se destilaban diferentes esencias. Hildegard amasó harina de espelta y bayas de laurel, guardó la pasta en una bolsa de cuero y se la entregó a Beatriz.


- Ten, te hará falta. Y le darás uso cuando así sea. Mucha suerte pequeña- dijo desplomándose en un mullido sillón.

Beatriz recogió  el saquito inclinando la cabeza, y partió de nuevo. Debía llegar cuanto antes a las tierras invernales.

(7)Santa Hildegard von Bingen  fue abadesalíder monacalmística, profetisamédicacompositora y escritora alemana, en pleno siglo XII. Destaca
por su obra musical, médica, y religiosa. Se la considera una de las personalidades más influyentes de la Baja Edad Media.  Toda su vida sufrió visiones, que ella atribuía a mensajes divinos. Todas las imágenes fantásticas de este capítulo, están basadas en éstas.

(8) Según la Teoría de los Cuatro Humores, la Bilis amarilla se relaciona con el carácter fácil de enojar, irascible.

(9) El Unicornio en este relato, representa al Caballo en el juego del ajedrez. Según las leyendas medievales, los unicornios sólo se acercaban a las doncellas, y ésta era la manera de cazarlos.

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