.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El Brillo de los Caracoles

Al llegar la primavera, Ángel pensó que era hora de buscar trabajo.
Vivía con su abuelo en un piso tan viejo, que las llaves de la luz eran realmente "llaves", de las que se giran. A lo mejor no las tuvieron que cambiar nunca porque al fin y al cabo, la luz casi siempre la tenían cortada por falta de pago; y así andaban, entre velas y focos de esos cuadrados que casi siempre son rojos.
El abuelo de Ángel era tan viejo que las arrugas de los ojos apenas lo dejaban ver y, obsesionado por las otitis, siempre llevaba una gorra de aviador. Así que se parecía bastante a un perro de perdices.
Ambos vivían de la paga de este último, que no era precisamente una fortuna, porque el viejo había cotizado lo mínimo, todo lo que le había permitido su "sueldo" de quincallero.
De su época de quincallero conservaba la citada pensión vitalicia y recetas de cocina infernales. Solía preparar un asqueroso mejunje en el que mezclaba leche, unto, carne, pan revenido, harina y cualquier cosa que encontrase a mano, y lo cocía todo en una olla de la que ambos comían. Ángel, acostumbrado desde niño, nunca protestó por tal almuerzo.
Alimentado con tanta proteína, el muchacho salió fuerte y alto, pero de piel más bien amarilla; aunque tenía un cabello realmente lustroso, pero eso se lo debía al jabón Lagarto.

Pues en esa primavera Ángel se quiso poner a trabajar, ya que parecía que su abuelo se arrugaba a ojos vista, y por algunos detalles se dio cuenta de que empezaba a estar senil, entre ellos la manía de querer salir desnudo a la calle.
Así que en abril empezó a mirar ofertas de trabajo, y se dio cuenta de que no lo iba a tener fácil. Pero hubo algo que le llamó mucho la atención, la posibilidad de dedicarse a la cría de caracoles. Precisamente tenía una oportuna huerta detrás de su casa.
Conque llamó al número que venía en la oferta de trabajo, y un hombre le explicó con acento catalán todo lo que necesitaba para la cría de los animales.
-¿Que tienes un terreno?, pues te recomiendo la cría extensiva, neng, mejor calidad, sin empleados, menos inversión inicial... y sólo dos años hasta poder vender los primeros cargols.
¿Dos años? un cerdo engorda antes. Pero Ángel sabía ser paciente.
Pronto construyó las instalaciones de su granja, y para evitar gastos, salió al bosque a buscar sus propios caracoles. Finalmente lo tuvo todo listo, y se fue a acostar muerto de cansancio, pero muy ilusionado.
Aunque todo se le vino a abajo cuando, a la mañana siguiente, se despertó con el ruido de una bandada de estorninos, salió a su huerta temiéndose lo peor, y efectivamente, los pájaros habían invadido su granja, sin dejar supervivientes. El grito de furia y desesperación de Ángel espantó a los estorninos que salieron en desbandada.
Pero no se rindió, barrió las conchas de los caracoles, volvió a salir al campo, trajo más caracoles, y, por supuesto, cubrió la huerta con una red metálica a prueba de pájaros.
Y se fue a acostar, ya era mayo y el calor empezaba a apretar fuerte.
A la mañana siguiente Ángel se despertó dispuesto a trabajar en su granja, pero de nuevo se le cayó el alma a los pies cuando se encontró a todos sus animales muertos.
Desolado, se dejó caer de rodillas en aquel campo lleno de cadáveres, preguntándose una y otra vez, "¿Por qué?"; hasta que él mismo encontró la respuesta, no se había acordado de dejarles agua, y los caracoles habían muerto de sed.
De nuevo un grito de desesperación, esta vez culpable, inundó parte de la ciudad antigua.
Pero no se rindió, barrió las conchas de los caracoles, volvió a salir al campo, trajo más caracoles, y colocó aspersores por toda la huerta.
Esa noche se acostó lleno de temor y preocupaciones, pero, cuando a la mañana siguiente abrió temeroso la puerta que daba a su granja, quiso llorar de emoción al ver a todos sus animales vivos y saludables. Con una sonrisa de completa felicidad recorrió con la vista lo que a él le pareció una estampa de postal, caracoles deslizándose, caracoles comiendo lechuga, caracoles... un momento, ¿qué era ese olor?, ¿miles de caracoles haciendo qué? una fina capa de excrementos cubría todo el terreno. ¿Se suponía que debía limpiar eso todos los días?. Después de lo que se había esforzado se sintió incapaz de sobrellevar lo que se le venía encima, y se tiró de espaldas sobre la tierra, derrotado.
Ojeroso y deprimido giró la cara y vio a dos caracoles que se acercaban el uno al otro, como no tenía ganas de moverse se dedicó a observarlos. Los caracoles se reconocieron tímidamente con los cuernos, luego se rozaron con cuidado, acariciándose mútuamente con sus cuerpos suaves y húmedos, y finalmente se enredaron en un abrazo en espiral, lento y lleno de explosiones de burbujas densas. Ángel se dejó llevar por la fascinación, no sólo por la belleza del acto de amor hermafrodita que estaba presenciando, si no también por la duración de éste. Cuando ambos animales se despidieron con un cariñoso beso, ya había pasado la hora de comer.

Cuando todo acabó, el chico reaccionó como despertando de un sueño, convencido de haber tenido una revelación. Había recuperado todas sus energías al descubrir su verdadera vocación, el caracol era un animal maravilloso y todo el mundo debería saberlo.

Así que creó un logotipo para su empresa y lo estampó en varias camisetas para él y para su abuelo, y recorrió todos los bares de la ciudad alabando las excelencias de su producto, con tal pasión que convencía porque emocionaba.
-El caracol es un animal con gran vida interior, y esto se debe a que lo guarda todo en una concha con forma de espiral. A pesar de la dureza de su caparazón, su gran sensibilidad se hace evidente cuando le rozas los cuernos, son tan delicados que se encogen sólo con el aliento.
-Esta vida interior es tan intensa, que siempre les rebosa, y tienen que descargarla en sendas brillantes allá por donde pasan.
-Pero como su carne es sabia, la mayor parte del tiempo se dedican a comer y a reproducirse, se enredan y acarician durante horas para poder penetrarse entre ellos, porque son tan completos, que por tener, tienen dos sexos.
-Y como disfrutan del momento, nunca tienen prisa por nada. Además saben a marisco, qué más se les puede pedir.

Así que, con tal publicidad, toda la ciudad se llenó de bolsitas de red con babas colgantes. Y el abuelo de Ángel tuvo dos razones para salir a la calle con sombrero de aviador.
De éste modo, Ángel y su abuelo por fin tienen luz y gas ciudad, y el brillo plateado de las babas de los caracoles en la fachada de su casa, para el chico es pura poesía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario