a veces me aborda de madrugada
y no tengo fuerzas para evitarlo.
Mi cabeza construye
lo que no hicimos
tu tacto y mi voz.
No puedo contenerme
y pierdo la calma para el resto del día.
No puedo contenerme
y todo pierde brillo.
y de nuevo la niebla desdibuja las formas,
y mis ojos tienen visión de cataratas
y no puedo estar para los que me necesitan.
El hambre no se calla
y cada vez se concentra más
y de nuevo ese cuerpo de gran densidad
acaba atrayendo mi luz hacia su centro,
desintegrando mis contornos.
El deseo es una criatura sedienta que intento callar,
pero siempre resucita.
Peor que la pena
es el deseo
Peor que el deseo
es la renuncia.
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